La
desamortización española fue un largo proceso histórico,
económico y social iniciado a finales del siglo XVIII con la
denominada «Desamortización de Godoy» (1798) —aunque hubo un
antecedente en el reinado de Carlos III de España— y cerrado bien
entrado el siglo XX (16 de diciembre de 1924). Consistió en poner en
el mercado, previa expropiación forzosa y mediante una subasta
pública, las tierras y bienes que hasta entonces no se podían
enajenar (vender, hipotecar o ceder) y que se encontraban en poder de
las llamadas «manos muertas», es decir, la Iglesia Católica y las
órdenes religiosas —que los habían acumulado como habituales
beneficiarias de donaciones, testamentos y abintestatos— y los
llamados baldíos y las tierras comunales de los municipios, que
servían de complemento para la precaria economía de los campesinos.
Dicho con las palabras de Francisco Tomás y Valiente, la
desamortización española presentó "las características
siguientes: apropiación por parte del Estado y por decisión
unilateral suya de bienes inmuebles pertenecientes a «manos
muertas»; venta de los mismos y asignación del importe obtenido con
las ventas a la amortización de los títulos de la deuda".
En
otros países sucedió un fenómeno de características más o menos
parecidas. La finalidad prioritaria de las desamortizaciones habidas
en España fue conseguir unos ingresos extraordinarios para amortizar
los títulos de deuda pública —singularmente vales reales— que
expedía el Estado para financiarse —o extinguirlos porque en
alguna ocasión también se admitieron como pago en las subastas—.
Asimismo persiguió acrecentar la riqueza nacional y crear una
burguesía y clase media de labradores que fuesen propietarios de las
parcelas que cultivaban y crear condiciones capitalistas
(privatización, sistema financiero fuerte) para que el Estado
pudiera recaudar más y mejores impuestos.
La
desamortización fue una de las armas políticas con la que los
liberales modificaron el régimen de la propiedad del Antiguo Régimen
para implantar el nuevo Estado liberal durante la primera mitad del
siglo XIX.
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Un ejemplo más reflejado en nuestra historia de la resolución de
los problemas por parte del gobierno que el mismo se ocasiona, es
decir, pagan justos por pecadores. Un ejemplo más de que la avaricia
rompe el saco, ya que estoy convencido de que cualquier español
medio en esa época acabaría robando igual y gastándose el dinero
de la misma manera hasta llegar al punto extremo de tener que
expropiar los bienes de sus ciudadanos para eliminar la deuda pública
del país. Casualidad es que además a los que menos tienen son a los
que más les sacan, solo hay una cosa en mi opinión "políticamente
correcta" y es la expropiación de los bienes de la iglesia
producida en numerosas ocasiones a lo largo del sigo XIX aunque a día
de hoy eso no halla surgido ningún efecto en la sociedad actual ya
que se siguen destinando auténticas millonadas a la iglesia que en
el pasado engañó torturó y mató en nombre de Dios. ¿Es ese el
verdadero cometido de la iglesia? yo creo que no a parte de que
hablando mal y pronto "el chiringuito se les desmonta por todos
lados" ya que las generaciones venideras cada vez creen en menos
cosas ya que no se les inculca desde pequeños, por no hablar de la
ciencia que se está abriendo paso frente a la ignorancia.
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