El
reinado de Alfonso XIII se inicia en 1902 cuando es coronado rey a la
edad de dieciséis años y concluye en 1931 cuando abandona el país
con la proclamación de la República. Hasta 1923 reinó estando
vigente la constitución de 1876, apoyó el golpe de Primo de Rivera
y reinó durante su dictadura, y, tras la dimisión del dictador,
intentó continuar su reinado volviendo a la constitución canovista.
Intento infructuoso porque a los pocos meses tuvo que ceder paso al
nuevo sistema republicano y abandonar el país.
El
período que se inicia en 1902, con el ascenso al trono de Alfonso
XIII, y concluye en 1923, con el establecimiento de la dictadura de
Primo de Rivera, se caracterizó por una permanente crisis política.
Así
desde 1917 se sucedieron los gobiernos de coalición, sujetos a
alianzas y continuos cambios. Ni liberales ni conservadores
consiguieron mayorías suficientes para conformar gabinetes sólidos.
En 1905 estalló una grave crisis en Cataluña. La victoria de Lliga
Regionalista de Cambó y Prat de la Riba en las elecciones
locales de 1906 alarmó al ejército que veía en peligro la unidad
del país. Los comentarios satíricos anticastrenses en alguna
publicación barcelonesa, llevaron a que trescientos oficiales
asaltaran e incendiaran las imprentas. La reacción del gobierno fue
ceder ante el Ejército: en 1906 se aprobó la Ley de Jurisdicciones
que identificaba las críticas al Ejército como críticas a la
Patria y pasaban a ser juzgadas por la jurisdicción militar.
La
reacción pública fue inmediata. Una nueva coalición, Solidaritat
Catalana, consiguió una clara victoria electoral en 1907,
reduciendo drásticamente la representación de los conservadores y
liberales en Cataluña.
El
Regeneracionismo de Joaquín Costa fue la principal expresión de una
renovada conciencia nacional que aspiraba a la reforma del país. El
pensamiento de Costa se concretó en su obra "Oligarquía y
caciquismo" publicada en 1901 en la que criticó radicalmente al
sistema caciquil que había impedido la implantación de una
verdadera democracia basada en las clases medias y la modernización
económica y social del país.
Antonio
Maura, líder del Partido Conservador, llegó al poder en 1907 con un
programa reformista: modificó la ley electoral, estableció el
Instituto Nacional de Previsión e intentó sin éxito aprobar una
tímida autonomía para Cataluña. Su proyecto reformista se derrumbó
en 1909.
Barcelona,
corazón en aquella época de la industrialización española, había
vivido desde principios de siglo un gran auge de las movilizaciones
obreras que había culminado en 1907 con la creación de Solidaridad
Obrera, organización anarquista que nació como respuesta a la
burguesa y nacionalista Solidaritat Catalana.
Alejandro
Lerroux y su Partido Republicano Radical también se desarrollaron en
la Ciudad Condal con un programa demagógico y anticlerical.
La
Ley de Jurisdicciones de 1906 trajo un reforzamiento del
anticlericalismo y antimilitarismo en la ciudad. La política
autoritaria del gobierno de Maura no ayudó a calmar los ánimos.
Sin
embargo, fue la guerra de Marruecos, la que determinó el estallido
de la Semana Trágica.
Los
ataques de los habitantes del Rif contra los trabajadores españoles
de una compañía minera llevó a la movilización de reservistas.
Las protestas obreras pronto aparecieron en Barcelona y Madrid.
Los
primeros choques militares se saldaron con el Desastre del Barranco
del Lobo con más de mil doscientas bajas españolas. El día 26 de
julio estalló la huelga general en Barcelona, convocada por
Solidaridad Obrera y la UGT. Se iniciaron tres días de protestas,
quemas de conventos, enfrentamientos con el ejército. La Semana
Trágica tuvo un brutal coste humano: un centenar de muertos,
heridos, destrucciones... La represión fue muy dura y culminó con
el juicio sin garantías y la ejecución de Francisco Ferrer y
Guardia, pedagogo anarquista y fundador de la Escuela Moderna.
La
Semana Trágica se llevó por delante el programa reformista de
Maura. Mientras el PSOE conseguía que Pablo Iglesias fuera elegido
diputado en 1910, el liberal José Canalejas llevó a cabo el último
intento regeneracionista dentro del sistema de la Restauración.
Susacción reformista (servicio militar obligatorio en tiempos de
guerra, ley del "candado", Ley de Mancomunidades que se vio
finalmente frustrada en el Senado) acabó brutalmente con su
asesinato por un anarquista en 1912. En adelante, podemos hablar de
una crisis permanente de los partidos del turno.
La
I Guerra Mundial dividió al país entre aliadófilos (liberales e
izquierdas) y germanófilos (derechas conservadoras), pero trajo un
periodo de prosperidad económica. España, neutral, pudo convertirse
en abastecedora de muchos productos para los países contendientes.
El mal reparto social de los beneficios del boom económico y la
creciente inflación llevaron al estallido social y una profunda y
compleja crisis en 1917
La
huelga general, sin embargo, trajo inmediatas consecuencias. Ante la
amenaza de revolución obrera, las Juntas de Defensa abandonaron sus
peticiones y apoyaron la represión contra los huelguistas. Por otro
lado, la dimisión de Eduardo Dato y la formación de un gobierno de
coalición con la participación de la Lliga Regionalista trajo la
inmediata desactivación de la Asamblea de Parlamentarios.
La
lucha social de clases se había convertido en el gran problema del
país. El fin de la I Guerra Mundial trajo una profunda crisis
económica y social que inmediatamente desencadenó una gran
conflictividad social en Barcelona (1919-1921)
Las
huelgas y protestas alentadas por los anarquistas se encontraron con
una dura represión del nuevo gobierno de Maura, que contaba con el
pleno apoyo de la burguesía catalana. Para contrarrestar la "acción
directa" de los anarquistas, el sector más duro de la patronal
creó el denominado Sindicato Libre, grupo de pistoleros que actuó
con el apoyo policial. La aplicación de la "Ley de Fugas",
pura y simple ejecución sin juicio de los detenidos exacerbó aún
más el conflicto.
La
respuesta anarquista llegó en 1921 con el asesinato de Eduardo Dato,
presidente del gobierno. Dos años después, el líder anarquista
Salvador Seguí murió asesinado.
La
conflictividad social en el país y los fracasos en la guerra de
Marruecos marcaron el camino a la intervención militar. En 1923 el
entonces Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera,
dirigió un golpe militar que acabó definitivamente con el régimen
de la Restauración.
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