viernes, 25 de marzo de 2016

Comentario Diezmo

Diezmo procede del vocablo latino decimus y está vinculado a un décimo (la décima parte de algo). El concepto se utilizaba para nombrar al derecho del 10% que un rey exigía sobre el valor de las mercaderías que entraban a su reino o que se traficaban desde sus puertos.
La noción de diezmo, por lo tanto, suele asociarse a un impuesto del 10% que se debía pagar a un rey, a un gobernante o a un líder religioso. Quienes debían realizar el pago entregaban la décima parte de sus ganancias o ingresos al acreedor.
El diezmo se remonta a tiempos bíblicos. El patriarca Abram, quien luego sería Abraham (“padre de muchos pueblos”), le entregó un diezmo al sacerdote Melquisedec en una muestra de gratitud. Con el tiempo, el diezmo se instruyó para todos los sacerdotes levitas e incluso se estableció como obligación o ley.
En la actualidad, el diezmo suele ser optativo en la religión, aunque diversas ramas (como los evangelistas) insisten en la importancia de que los fieles guarden una parte de sus ingresos para contribuir con la iglesia. Se suele considerar el diezmo como una responsabilidad ante Dios ya que ayuda a la difusión de su palabra en el mundo.
Incluso desde una óptica no religiosa, la importancia del diezmo no reside precisamente en el monto de dinero con el cual se colabore, sino en el hecho de sentirse parte de un movimiento, de una comunidad, en la satisfacción de saberse un integrante fundamental para su continuidad y su desarrollo. De hecho, el diezmo no siempre representa exactamente el 10% de los ingresos, y en muchos casos se utiliza el término simplemente como sinónimo de donación u ofrenda.
Muchos aseguran que cuando aprendemos a compartir lo que obtenemos con los demás, incluso cuando lo hacemos con personas y animales a los que no conocemos ni conoceremos jamás, nos sentimos más cerca de los demás y de nosotros mismos. A pesar de que una persona gane su dinero sin ayuda de nadie, con mucho esfuerzo y sin exceder los límites de la Ley, la única forma de disfrutarlo no necesariamente es destinarlo a sí misma en su totalidad: a veces, ayudar a que mejore el mundo a su alrededor puede devolverle mucho más de lo que entrega.
El diezmo, por lo general, tenía como finalidad la recaudación de fondos para el mantenimiento material de la Iglesia y de sus ministros. El aporte de los fieles, por lo tanto, no siempre se destinaba a los más necesitados, sino para mantener una estructura de poder y a una jerarquía eclesiástica.

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